El problema que hace de tu restaurante un negocio inestable.

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No es “mala suerte”.

Es un fallo estructural: tu restaurante depende de picos (viernes/sábado) y no tiene sistema de retorno ni motivación para impulsar visitas en momentos valle.

Resultado: ingresos inestables, personal infrautilizado, stock que se pierde y menor capacidad de inversión.

Significa que tu experiencia no tiene suficiente valor diferencial para convertirse en hábito.

Es el síntoma más peligroso: no hay marca, solo “comida”.

Consecuencia: cada venta es “venta nueva”, nunca “venta repetida”, y los costes de adquisición se disparan.

Esto destruye restaurantes desde dentro.

No es un problema culinario: es mal diseño de carta y pricing sin estrategia.

Efecto: rotación alta + margen bajo = te cansas trabajando y no cobras por lo que produces.

Traducción real: el plato te roba dinero, aunque aplaudan.

Cuando juegas a competir por precio, pierdes autoridad.

La competencia solo te copia lo que enseñas, pero no tu propuesta ni tu experiencia.

Impacto: entras en una guerra que nunca ganas → “quién es más barato”.

La respuesta correcta no es bajar precios, es subir percepción.